DESEOS POR AQUÍ,
DESEOS POR ALLÁ…
*En la literatura hay grupos de historias
que están relacionadas entre sí, como si fueran familias. En la gran familia de
las historias que incluyen deseos, por ejemplo, puede haber muchas variantes,
pero siempre sucede que alguien que desea algo se encuentra con un ser u objeto
mágico con la capacidad de cumplir con sus deseos. Y como ocurre en todas las
familias, algunos integrantes se parecen entre sí más que otros. Ese es el caso
de “El genio y el pescador” de Las mil y una noches y El espíritu en una botella,
de los hermanos Grimm, dos cuentos pertenecientes a dos culturas muy diferentes
que, sin embargo, se parecen mucho.
*En forma grupal leemos diversos cuentos
populares.
*Compartimos los cuentos con el resto del
grupo.
*Intercambiamos opiniones oralmente.
*Usamos otros espacios para disfrutar de los
textos.
*Sesión
de intercambios orales para reconstruir la secuencia narrativa de los cuentos
leídos y retomar la noción de cuento tradicional.
*Defendemos
nuestras opiniones sobre el tema.
*¿Qué
cuentos recuerdan ustedes? ¿Quiénes les cuentan o les contaban cuentos?
*El cuento popular se va
construyendo y va tomando forma en cada persona que lo recita, cuenta o
recuerda, pues tiende a añadir términos o modificarlo de acuerdo a su lengua y
contexto, de forma que se pueda seguir aplicando en esa zona. Es por ello que
el cuento popular no tiene un autor determinado a
quien se le atribuya la creación de la obra.
También
encontramos cuentos populares que suelen manejar asuntos
relacionados con protagonistas que deben superar un obstáculo, un villano que
causa problemas, entre otros. Estos cuentos siempre terminan con un final
feliz.
El zorro y el quirquincho: cuento popular
argentino
Parece que el zorro no tenía ganas de
trabajar, pero el quirquincho sí. Este cuento popular argentino cuenta qué pasó
entonces.
“EL
ZORRO Y EL QUIRQUINCHO”.
Un día
hicieron una sociedad el zorro y el quirquincho. El zorro dio su chacra al
quirquincho para que la sembrara a medias.
Como el
quirquincho tiene fama de ser poco inteligente, el zorro pensó que se
aprovecharía de su trabajo y le dijo:
- Este año,
compadre, como es justo, será para mi todo lo que den las plantas arriba de la
tierra y para usted lo que den abajo.
El
quirquincho sembró papas. Tuvo una magnífica cosecha y al zorro le tocó una
cantidad de hojas inservibles.
Al año
siguiente el zorro, molesto por el mal negocio, le dijo a su amigo: - Este año
compadre, como es justo, será para mí lo que den las plantas debajo de la
tierra, y para usted lo que den arriba. - Bien compadre, será como usted dice.
El
quirquincho sembró trigo. Llenó el granero de espigas y al pobre zorro le tocó
una cantidad de raíces inútiles.
"No me
dejaré burlar más", pensó. Y le dijo al compadre: - Este año, ya que usted
ha sido tan afortunado con las cosechas anteriores, será para mí lo que den las
plantas arriba y abajo de la tierra. Para usted será lo que den al medio.
- Bien
compadre, ya sabe que respeto su opinión. El quirquincho sembró maíz. Sus
graneros se llenaron nuevamente de magníficas espigas. y al zorro le
correspondieron las flores y las raíces del maizal.
El zorro tuvo
que vivir en la última miseria. Ese fue el castigo a su mala fe.
“La cazadora de mariposas”.
Hace muchísimos años, vivía en
los alrededores de Buenos Aires, una familia acaudalada poseedora, entre otras
fincas hermosas, de un jardín que parecía de ensueño.
En él
había macizos de cándidas violetas escondidas entre sus redondas hojas,
olorosos jazmines blancos, rojos claveles como gotas de sangre, altaneras rosas
de diversos colores, pálidas orquídeas de imponderable valía, grandes
crisantemos y moradas dalias que recordaban a países remotos y pintorescos.
Es
natural que, al abrirse tantas flores de múltiples coloridos y perfumes,
existiera también la corte de insectos que siempre las atacan, para alimentarse con sus néctares o simplemente para revolotear
entre sus pétalos.
De día, el jardín era
visitado por miles de bichitos de variadas especies, entre los que sobresalían
las mariposas de maravillosas alas azules, blancas y doradas.
Pero
estos hermosos lepidópteros tenían un gran enemigo que los perseguía sin tregua
y con verdadera saña y sin ninguna finalidad práctica.
Este
enemigo era la hija del dueño de la casa, llamada Azucena, como cierta flor,
pero menos pura que ésta, ya que no se conmovía ante la belleza y la fragilidad
de las pobrecitas mariposas, y con su red, en forma de manga, las cazaba para
después pincharlas sin piedad con alfileres y colocarlas en sendos tableros,
donde las coleccionaba, por el sólo placer de mostrar a sus amistades el
curioso y cruel museo.
Cierta
noche, después de una fructífera caza, Azucena soñó con el Hada del Jardín.
Esta era una mujer blanca, como los pétalos de las calas, de cabello dorado
como la espuela del caballero y de ojos celestes como las pequeñas hojas de las
dalias. Vestía un manto soberbio de piel de chinchilla, adornado con flores de
lis hechas de láminas de oro, y su mano derecha sostenía una vara de nardo en
flor, que derramaba sobre el jardín una pálida luz como la reflejada por la
luna.
Su corte era numerosa, y tras el hada, en disciplinadas filas, llegaban
toda clase de insectos, abejas, escarabajos, grillos, mariposas, avispas,
cigarras, hormigas y miles de otras especies que en perfecto orden, caminaban a
paso de marcha, portadoras de armas de los más variados tipos.
El hada
se acercó a la cama de la cruel niña y luego de tocarla con la olorosa vara de
nardo, le dijo con su voz suave como la brisa del jardín:
-
¡Azucena! ¡Tú eres una niña educada y de buen corazón! ¡Tus crueldades para con
algunos hermosos habitantes de mis canteros, son producto de tu inconsciencia!
¡Todos los animalitos de mis dominios son buenos e inofensivos y llegan hasta
mis flores para alimentarse y embellecer mi reino! ¡No les hagas daño! ¡Tú eres
una enemiga despiadada de mis mariposas!
¡Las
persigues y las matas entre los más atroces suplicios! ¿Qué te han hecho ellas?
¡Nada! ¡Su único pecado consiste en ser bellas y tener alas de divinos colores!
¡Piensa que son hijas de Dios, como tú y como todo lo creado, y desde mañana
debes dejar de perseguirlas y ser amiga de todo lo que existe en mi hermoso
jardín!
- Hada
divina -respondió la niña.- ¡Tus mariposas son tan bellas que yo deseo
coleccionarlas para enseñárselas a mis amigas!
- ¡Tú
eres también bella! -le respondió el hada,- pero no te gustaría que, por serlo,
alguien te hiciera sufrir y te matara pinchándote en la pared.
- ¡Oh,
no! -contestó la niña asustada.
- ¡Pues
bien! ¡Lo que no quieres para ti, no lo hagas a los demás y seguirás tu vida
feliz y contenta, querida por todos y bendecida por los inofensivos animalitos
de mis dominios!
La pequeña Azucena
prometió enmendarse, jurando no perseguir más a las multicolores mariposas,
pero a la mañana siguiente, en presencia del follaje que le brindaba mil
placeres, olvidó las palabras del hada y prosiguió su incansable persecución de
tan encantadores lepidópteros.
La
noche siguiente soñó algo que la llenó de miedo.
Estaba
en presencia de un tribunal de insectos, en medio de un macizo de violetas,
presidido por el hada que dominaba el cuadro, sentada sobre un sillón de oro,
adornado con varas de nardo y tapizado con pétalos de rosa.
El acusador era el grillo, que
agitaba sus élitros como un loco, señalando al aterrorizado reo.
- Esta
mala niña -decía el grillito,- no ha hecho caso de los ruegos de nuestra hada.
Desde hace mucho tiempo persigue a nuestras amigas las mariposas, que
embellecen el jardín con sus maravillosas alas multicolores. Sin piedad,
llevando en sus crueles manos una gran red para cazarlas, las mata entre los
más atroces suplicios que, si se cometieran entre los humanos, levantarían un
clamor por el crimen y la alevosía. El reo tiene en su contra el haber sido
perjuro.
Un
griterío ensordecedor apagó la vibrante voz del grillo. Éste continuó
- ¡El
reo, he dicho, es perjuro, ya que ha cometido la enorme falta de engañar a
nuestra reina, la hermosa y buena Hada del Jardín!
- ¡La
muerte! ¡La muerte! -aullaban los insectos.
El hada
levantó su vara de nardo e impuso silencio.
- ¡Debe
pagar sus culpas, con la peor de las penas -terminó el acalorado acusador,- y
por lo tanto, solicito del tribunal que me escucha, la de muerte, para la niña
mala y cruel!
Las últimas palabras del grillo, produjeron un verdadero alboroto y
todos los animalitos gritaban en sus variadas voces, solicitando un ejemplar
castigo, ante el terror de Azucena que contemplaba todo aquello, atada a un árbol
y vigilada por cien abejas de puntiagudos aguijones.
Una vez
hecha la calma, se levantó el defensor, un escarabajo cachaciento y grave que
comenzó diciendo: - Respetable tribunal. ¡Francamente no sé qué palabras
emplear para defender a tan temible monstruo que asola nuestro querido país!
¡Su majestad, nuestra hada, me ha designado para que defienda a esta niña mala
y no encuentro base sólida para iniciar mi defensa! ¡Sólo sé decirles, que esta
criatura, como ser humano de pocos años, quizá no tenga aún el cerebro maduro
para reflexionar en los graves daños que comete y persiga a nuestras mariposas
con la inconsciencia de su corta edad! ¡Pero… creo que no es ella la única que
ha faltado a sus deberes de la más simple humanidad, sino sus mayores, que han
descuidado conducirla por el buen camino y hacerle ver con suaves palabras que
martirizar a los débiles es un pecado que ni el mismo Creador perdona! ¡Por lo
tanto, solicito seáis clementes con ella!
Acallados
los silbidos y los aplausos motivados por la feliz peroración del escarabajo,
mucho más elocuente que la de algunos mortales que llegan a altas posiciones,
se reunió el tribunal para deliberar sobre el castigo que merecía tan
despiadada muchacha.
Breves momentos después, el ujier, que para este caso era un alargado
alguacil, leyó gravemente la sentencia…
“¡La
niña Azucena, será condenada a sufrir los mismos martirios que ella ha impuesto
a las indefensas mariposas!”
Una
salva de atronadores aplausos siguió a la lectura y los insectos todos, ante la
orden del hada, se encaminaron a sus respectivas tareas, ya que las primeras
claridades del día anunciaban bien pronto la llegada del sol.
Azucena,
aquella mañana se levantó del lecho algo preocupada con el sueño, pero ante la
presencia de los padres y con la confianza que inspira la luz, olvidó la pena
impuesta por los insectos y reinició la cruel cacería con la temible red, que
no paraba hasta atrapar los hermosos lepidópteros.
Pero la
fría cazadora no contaba con la ejecución de la sentencia del tribunal nocturno.
No bien comenzó su inconsciente persecución, fue atacada por un
verdadero ejército de miles de abejas y de avispas, que bien pronto
convirtieron la cara de la muchacha en algo imposible de reconocer por el color
y la hinchazón.
En vano
la infeliz gritaba pidiendo socorro y tratando de defenderse de tan brutal
ataque. Las abejas y avispas, poseídas de un ciego furor, continuaron su obra
hasta que la niña, casi desvanecida, fue sacada de tan difícil situación por
los padres, que inmediatamente la condujeron a su habitación para hacerle la
primera cura de urgencia.
Azucenita,
tardó varios días en mejorarse de tan terribles picaduras y cuando volvió a su
jardín recordó la dura lección de los insectos y nunca mas volvió a cazar
mariposas ni cometer actos de crueldad con los indefensos animalitos de los
dominios de la hermosa hada, que tan bien la había aconsejado.
*Entre otros cuentos…
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CUANDO LOS DESEOS SE VUELVEN PELIGROSOS
O GRACIOSOS…
*Algunas historias de deseos son muy inquietantes; otras graciosas o ridículas. En las inquietantes los deseos se cumplen, pero lejos de hacer felices a quienes los piden, les causan enormes sufrimientos. En otros casos, en cambio, los deseos abren la puerta a la aventura, y aún al humor.
*Todos sabemos que es poco probable que se cumplan nuestros deseos por el solo hecho de desear, pero igual lo hacemos. Así ha sido desde tiempos remotos…
1-)¿En qué otros momentos se puede pedir un deseo?
2-)¿Recuerdas alguna historia donde se pidan deseos? Escribe sus nombres.
3-)¿Qué deseo pedirías si tuvieras la oportunidad? (Aunque dicen que los deseos no se cuentan…).
DESEOS POR AQUÍ, DESEOS POR ALLÁ…
*En la literatura hay grupos de historias que están relacionadas entre sí, como si fueran familias. En la gran familia de las historias que incluyen deseos, por ejemplo, puede haber muchas variantes, pero siempre sucede que alguien que desea algo se encuentra con un ser u objeto mágico con la capacidad de cumplir con sus deseos. Y como ocurre en todas las familias, algunos integrantes se parecen entre sí más que otros. Ese es el caso de “El genio y el pescador” de Las mil y una noches y El espíritu en una botella, de los hermanos Grimm, dos cuentos pertenecientes a dos culturas muy diferentes que, sin embargo, se parecen mucho.
*En forma grupal leemos diversos cuentos populares.
*Compartimos los cuentos con el resto del grupo.
*Intercambiamos opiniones oralmente.
*Usamos otros espacios para disfrutar de los textos.
*Sesión de intercambios orales para reconstruir la secuencia narrativa de los cuentos leídos y retomar la noción de cuento tradicional.
*Defendemos nuestras opiniones sobre el tema.
*¿Qué cuentos recuerdan ustedes? ¿Quiénes les cuentan o les contaban cuentos?
*El cuento popular se va construyendo y va tomando forma en cada persona que lo recita, cuenta o recuerda, pues tiende a añadir términos o modificarlo de acuerdo a su lengua y contexto, de forma que se pueda seguir aplicando en esa zona. Es por ello que el cuento popular no tiene un autor determinado a quien se le atribuya la creación de la obra.
También encontramos cuentos populares que suelen manejar asuntos relacionados con protagonistas que deben superar un obstáculo, un villano que causa problemas, entre otros. Estos cuentos siempre terminan con un final feliz.
LEEMOS:
El zorro y el quirquincho: cuento popular argentino
Parece que el zorro no tenía ganas de trabajar, pero el quirquincho sí. Este cuento popular argentino cuenta qué pasó entonces.
“EL ZORRO Y EL QUIRQUINCHO”.
Un día hicieron una sociedad el zorro y el quirquincho. El zorro dio su chacra al quirquincho para que la sembrara a medias.
Como el quirquincho tiene fama de ser poco inteligente, el zorro pensó que se aprovecharía de su trabajo y le dijo:
- Este año, compadre, como es justo, será para mi todo lo que den las plantas arriba de la tierra y para usted lo que den abajo.
El quirquincho sembró papas. Tuvo una magnífica cosecha y al zorro le tocó una cantidad de hojas inservibles.
Al año siguiente el zorro, molesto por el mal negocio, le dijo a su amigo: - Este año compadre, como es justo, será para mí lo que den las plantas debajo de la tierra, y para usted lo que den arriba. - Bien compadre, será como usted dice.
El quirquincho sembró trigo. Llenó el granero de espigas y al pobre zorro le tocó una cantidad de raíces inútiles.
"No me dejaré burlar más", pensó. Y le dijo al compadre: - Este año, ya que usted ha sido tan afortunado con las cosechas anteriores, será para mí lo que den las plantas arriba y abajo de la tierra. Para usted será lo que den al medio.
- Bien compadre, ya sabe que respeto su opinión. El quirquincho sembró maíz. Sus graneros se llenaron nuevamente de magníficas espigas. y al zorro le correspondieron las flores y las raíces del maizal.
El zorro tuvo que vivir en la última miseria. Ese fue el castigo a su mala fe.
“La cazadora de mariposas”.
Hace muchísimos años, vivía en los alrededores de Buenos Aires, una familia acaudalada poseedora, entre otras fincas hermosas, de un jardín que parecía de ensueño.
En él había macizos de cándidas violetas escondidas entre sus redondas hojas, olorosos jazmines blancos, rojos claveles como gotas de sangre, altaneras rosas de diversos colores, pálidas orquídeas de imponderable valía, grandes crisantemos y moradas dalias que recordaban a países remotos y pintorescos.
Es natural que, al abrirse tantas flores de múltiples coloridos y perfumes, existiera también la corte de insectos que siempre las atacan, para alimentarse con sus néctares o simplemente para revolotear entre sus pétalos.
De día, el jardín era visitado por miles de bichitos de variadas especies, entre los que sobresalían las mariposas de maravillosas alas azules, blancas y doradas.
Pero estos hermosos lepidópteros tenían un gran enemigo que los perseguía sin tregua y con verdadera saña y sin ninguna finalidad práctica.
Este enemigo era la hija del dueño de la casa, llamada Azucena, como cierta flor, pero menos pura que ésta, ya que no se conmovía ante la belleza y la fragilidad de las pobrecitas mariposas, y con su red, en forma de manga, las cazaba para después pincharlas sin piedad con alfileres y colocarlas en sendos tableros, donde las coleccionaba, por el sólo placer de mostrar a sus amistades el curioso y cruel museo.
Cierta noche, después de una fructífera caza, Azucena soñó con el Hada del Jardín. Esta era una mujer blanca, como los pétalos de las calas, de cabello dorado como la espuela del caballero y de ojos celestes como las pequeñas hojas de las dalias. Vestía un manto soberbio de piel de chinchilla, adornado con flores de lis hechas de láminas de oro, y su mano derecha sostenía una vara de nardo en flor, que derramaba sobre el jardín una pálida luz como la reflejada por la luna.
Su corte era numerosa, y tras el hada, en disciplinadas filas, llegaban toda clase de insectos, abejas, escarabajos, grillos, mariposas, avispas, cigarras, hormigas y miles de otras especies que en perfecto orden, caminaban a paso de marcha, portadoras de armas de los más variados tipos.
El hada se acercó a la cama de la cruel niña y luego de tocarla con la olorosa vara de nardo, le dijo con su voz suave como la brisa del jardín:
- ¡Azucena! ¡Tú eres una niña educada y de buen corazón! ¡Tus crueldades para con algunos hermosos habitantes de mis canteros, son producto de tu inconsciencia! ¡Todos los animalitos de mis dominios son buenos e inofensivos y llegan hasta mis flores para alimentarse y embellecer mi reino! ¡No les hagas daño! ¡Tú eres una enemiga despiadada de mis mariposas!
¡Las persigues y las matas entre los más atroces suplicios! ¿Qué te han hecho ellas? ¡Nada! ¡Su único pecado consiste en ser bellas y tener alas de divinos colores! ¡Piensa que son hijas de Dios, como tú y como todo lo creado, y desde mañana debes dejar de perseguirlas y ser amiga de todo lo que existe en mi hermoso jardín!
- Hada divina -respondió la niña.- ¡Tus mariposas son tan bellas que yo deseo coleccionarlas para enseñárselas a mis amigas!
- ¡Tú eres también bella! -le respondió el hada,- pero no te gustaría que, por serlo, alguien te hiciera sufrir y te matara pinchándote en la pared.
- ¡Oh, no! -contestó la niña asustada.
- ¡Pues bien! ¡Lo que no quieres para ti, no lo hagas a los demás y seguirás tu vida feliz y contenta, querida por todos y bendecida por los inofensivos animalitos de mis dominios!
La pequeña Azucena prometió enmendarse, jurando no perseguir más a las multicolores mariposas, pero a la mañana siguiente, en presencia del follaje que le brindaba mil placeres, olvidó las palabras del hada y prosiguió su incansable persecución de tan encantadores lepidópteros.
La noche siguiente soñó algo que la llenó de miedo.
Estaba en presencia de un tribunal de insectos, en medio de un macizo de violetas, presidido por el hada que dominaba el cuadro, sentada sobre un sillón de oro, adornado con varas de nardo y tapizado con pétalos de rosa.
El acusador era el grillo, que agitaba sus élitros como un loco, señalando al aterrorizado reo.
- Esta mala niña -decía el grillito,- no ha hecho caso de los ruegos de nuestra hada. Desde hace mucho tiempo persigue a nuestras amigas las mariposas, que embellecen el jardín con sus maravillosas alas multicolores. Sin piedad, llevando en sus crueles manos una gran red para cazarlas, las mata entre los más atroces suplicios que, si se cometieran entre los humanos, levantarían un clamor por el crimen y la alevosía. El reo tiene en su contra el haber sido perjuro.
Un griterío ensordecedor apagó la vibrante voz del grillo. Éste continuó
- ¡El reo, he dicho, es perjuro, ya que ha cometido la enorme falta de engañar a nuestra reina, la hermosa y buena Hada del Jardín!
- ¡La muerte! ¡La muerte! -aullaban los insectos.
El hada levantó su vara de nardo e impuso silencio.
- ¡Debe pagar sus culpas, con la peor de las penas -terminó el acalorado acusador,- y por lo tanto, solicito del tribunal que me escucha, la de muerte, para la niña mala y cruel!
Las últimas palabras del grillo, produjeron un verdadero alboroto y todos los animalitos gritaban en sus variadas voces, solicitando un ejemplar castigo, ante el terror de Azucena que contemplaba todo aquello, atada a un árbol y vigilada por cien abejas de puntiagudos aguijones.
Una vez hecha la calma, se levantó el defensor, un escarabajo cachaciento y grave que comenzó diciendo: - Respetable tribunal. ¡Francamente no sé qué palabras emplear para defender a tan temible monstruo que asola nuestro querido país! ¡Su majestad, nuestra hada, me ha designado para que defienda a esta niña mala y no encuentro base sólida para iniciar mi defensa! ¡Sólo sé decirles, que esta criatura, como ser humano de pocos años, quizá no tenga aún el cerebro maduro para reflexionar en los graves daños que comete y persiga a nuestras mariposas con la inconsciencia de su corta edad! ¡Pero… creo que no es ella la única que ha faltado a sus deberes de la más simple humanidad, sino sus mayores, que han descuidado conducirla por el buen camino y hacerle ver con suaves palabras que martirizar a los débiles es un pecado que ni el mismo Creador perdona! ¡Por lo tanto, solicito seáis clementes con ella!
Acallados los silbidos y los aplausos motivados por la feliz peroración del escarabajo, mucho más elocuente que la de algunos mortales que llegan a altas posiciones, se reunió el tribunal para deliberar sobre el castigo que merecía tan despiadada muchacha.
Breves momentos después, el ujier, que para este caso era un alargado alguacil, leyó gravemente la sentencia…
“¡La niña Azucena, será condenada a sufrir los mismos martirios que ella ha impuesto a las indefensas mariposas!”
Una salva de atronadores aplausos siguió a la lectura y los insectos todos, ante la orden del hada, se encaminaron a sus respectivas tareas, ya que las primeras claridades del día anunciaban bien pronto la llegada del sol.
Azucena, aquella mañana se levantó del lecho algo preocupada con el sueño, pero ante la presencia de los padres y con la confianza que inspira la luz, olvidó la pena impuesta por los insectos y reinició la cruel cacería con la temible red, que no paraba hasta atrapar los hermosos lepidópteros.
Pero la fría cazadora no contaba con la ejecución de la sentencia del tribunal nocturno.
No bien comenzó su inconsciente persecución, fue atacada por un verdadero ejército de miles de abejas y de avispas, que bien pronto convirtieron la cara de la muchacha en algo imposible de reconocer por el color y la hinchazón.
En vano la infeliz gritaba pidiendo socorro y tratando de defenderse de tan brutal ataque. Las abejas y avispas, poseídas de un ciego furor, continuaron su obra hasta que la niña, casi desvanecida, fue sacada de tan difícil situación por los padres, que inmediatamente la condujeron a su habitación para hacerle la primera cura de urgencia.
Azucenita, tardó varios días en mejorarse de tan terribles picaduras y cuando volvió a su jardín recordó la dura lección de los insectos y nunca mas volvió a cazar mariposas ni cometer actos de crueldad con los indefensos animalitos de los dominios de la hermosa hada, que tan bien la había aconsejado.